En el cañón del río Val: hermanamiento moncaíno en tierras sorianas.

Cascada del pozo de las truchas, por Jesús Bona López.

No te puedes imaginar lo intensa y emocionante que ha sido esta Semana Santa. También ha sido agotadora porque no hemos parado, mañana, tarde y noche teníamos actividades programadas. Queríamos aprovechar hasta el último segundo, recorriendo nuevos caminos y introduciéndonos en nuevos rincones secretos que pocos conocen y que poco a poco te iré mostrando. Conocimos la Semana Santa Borjana, recorrimos nuevos caminos de la Ruta de la Garnacha, descubrimos nuevos secretos del Valle de Morana y de Añón, el pueblo que vigilamos desde Villa Encanto, y como broche final asistimos el sábado a la inauguración del sendero que recorre el Cañón del río Val, de la que te informé en anteriores entradas.

El ayuntamiento de Ágreda lanzó la invitación y a su llamada acudimos muchos amantes del Moncayo. Eso hizo que allí nos juntáramos amigos que nos seguíamos en la lejanía de nuestros valles, riscos y pueblos. Fue genial poder oír sus voces, reir y caminar juntos contando anécdotas y compartiendo encantos y desencantos, timidamente al principio pero con confianza posteriormente al sentirnos entre iguales, moncainistas en Tierras de Agreda donde estos zaragozanos se unieron al fin. Muy agudo Felix Ramos, de Tarazona, cuando cayó en la cuenta de que estábamos en el Reino vecino,  tan acertado como su preciosa frase "un afecto nos unió y un camino nos descubrió, que una buena amistad nos siga llevando por ese camino". Así será.

El barranco, una maravilla, cuyo sendero parte de la bella villa de Agreda, aunque nosotros la iniciamos desde su final, trasladados por autobuses contratados para el gran evento. La distancia aproximada a recorrer es de 8 km (ida) con una duración de 2 horas, que gracias a las pasarelas y escaleras colocadas podemos transitar, contemplando sus bellos rincones que pronto visitaremos de nuevo para contarte más tranquilamente, pues el gran éxito de convocatoria de la organización reunió a más de 300 personas. El lugar es para recorrerlo en silencio, oyendo el rumor de los chopos y siguiendo el curso del agua sin prisa por llegar al final.

El domingo caímos rendidos en el sofá de Villa Encanto, ya libre de "okupas", soñando y contemplando por la ventana las nubes que arrancándose de la montaña, con los golpes del viento loco del Moncayo, volarían por encima de todos los que allí estuvimos. Ha sido un placer estar de nuevo con vosotros y conoceros, al fin.



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