Desde Villa Encanto contemplo la silueta de la montaña dormida; hoy no veo las luces del Santuario cerca de la cima, todo duerme allí arriba. ¡Oh! ¿qué es esto?... un pequeño y traidor mosquito acude a la luz del porche.
Pienso en lo rápido que va todo en la ciudad y, sin embargo, el tiempo se esfuma igual de veloz. Aquí no hay prisa..., ¡hoy no hay estrellas! ¿dónde estarán?.
El sonido de los grillos se ralentiza; el frescor de la noche los hace callar. Los minutos se estiran y la inspiración rellena los huecos pero... llegan los niños y el bullicio rompe el hechizo nocturno, el gigante se esconde rápidamente en la noche y su silueta desaparece en el negro cielo. ¡Ay! ¡Si pudiera el silencio pintar de nuevo el sueño del Moncayo!