En memoria de los antiguos lavaderos del Moncayo y de aquellas mujeres que los utilizaron.
Yo no podía saber que la atracción que sobre mí ejercían aquellos lugares era por todo lo que dentro se vivió, allí se crecía, se susurraba, se reía y se sufría... Quizás a ti no, pero a mi siempre me han llamado la atención aquellos viejos lavaderos que me encuentro en los pueblos, en mejores o peores condiciones. No imaginarás la importancia que tuvieron aquellas edificaciones femeninas vetadas al hombre, porque no sólo eran un sitio de trabajo, eran también uno de los pocos puntos de encuentro en los que las mujeres de los pueblos se reunían para hablar de sus cosas mientras hacían la colada, eran lugares donde se recogía y divulgaba lo ocurrido en la zona. Allí las jóvenes se introducían en la madurez escuchando las conversaciones de las mujeres adultas y las niñas jugaban a ser mayores adquiriendo los roles de la época. No era sencillo, al contrario, era muy duro, sobre todo en invierno cuando tenían que romper el hielo para poder sumergir su ropa; la que madrugaba buscab...