El silencio del tiempo.

A la mayoría de nosotros nos gusta admirar monumentos, ya sean grandes construcciones o pequeñas ermitas. Son sitios a los que acudimos de propio para verlos, contemplarlos, estudiarlos e imaginar cómo sería la vida alrededor de ellos cuando fueron construidos.

Nos gusta visitar maravillas de la Naturaleza como cascadas, valles, lagos, ibones, cumbres o parajes y bosques fantásticos. Pero, a veces, tenemos unos pequeños monumentos "naturales" delante de nuestros propios ojos, los cuales, o bien por ser demasiado pequeños o por parecernos insignificantes e incluso por ni siquiera habernos percatado de ellos, los ignoramos.

Estas huellas creadas en las rocas por las gotas de agua que caen  de un antiguo tejado en Alcalá de Moncayo, y que con la paciencia infinita de la que dispone el tiempo han sido poco a poco formadas sobre la roca viva, son un claro ejemplo de estas pequeñas maravillas que no apreciamos y que por su discreción pasan desapercibidas.

Confieso que cada vez que paso delante me gusta tocarlas como si fueran un talismán.

Por M. Luz.




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