Moncayo amable.

Yo no sé el tuyo pero mi Moncayo es la amabilidad hecha montaña. Nos mima siempre que puede y hasta cuando se enfada no puede evitar sonreírse y guiñarnos un ojo cuando nos ve cara susto.

Los hay que para protegerse de encantamientos van con cara de ajo todo el día pero eso no ocurre en mi Moncayo, aquí la montaña pone a cada uno en su sitio y si no vales de un soplido te manda a sitios lejanos.

Amable es también lo que es fácil de amar y a mi montaña está “chupado” amarla. Nos descubre sitios que pocos conocen, almohadilla los caminos que recorremos y regala a nuestros ojos increíbles paisajes, tan pronto nos muestra una selva como un bello desierto. Sus colores nos emocionan y sus sonidos nos divierten, el clic clic de las vainas de la genista abriéndose a nuestro paso nos hace reír cuando averiguamos el origen del sonido y el chapoteo de los peces en sus riachuelos nos arranca risas nerviosas tras el respingón inicial. Nos protege de duendes y demás seres mágicos a los que tiene que atar corto para que no se le desmadren y hagan de las suyas y sus leyendas nos entretiene transportándonos en el tiempo a épocas pasadas.

En días despejados asoma por la capital y espolvorea sus encantos por la ciudad. Esos días la gente es más feliz y amable sin saber muy bien porqué. Algunos sienten su presencia y la descubren en el horizonte, frotándose los ojos, preguntándose si siempre ha estado allí.

Me gusta la palabra AMABLE, viene de AMOR (otra gran palabra) por lo que en cuanto alguien me trata con cariño y paciencia le contesto con un “muy amable”. Últimamente contesto así muchas veces, parece que nos estamos haciendo más humanos, no sé si porque se cuidan más los trabajos cara al público, porque se sienten felices de tener un trabajo o porque estamos aprendiendo a empatizar y a ponernos en los zapatos del vecino.

La gente del Moncayo no tiene esos problemas porque, por lo general, amables son un rato largo pero en la ciudad todo va más deprisa. En todo no podemos ser agudos y si te lo explican con amabilidad anda que no cambia la cosa, aunque como digo parece que algunos urbanitas van teniendo más paciencia y que el encanto no es exclusivo del Moncayo.

Ahora me despido hasta otro día con otra palabra mágica: "GRACIAS", muchas gracias por leerme, muy amable y que usted lo pase bien.



Moncayo amable: Torre de Morana, leyenda y naturaleza.

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