El botón de oro.



Es inevitable aficionarse a las plantas en estas tierras moncainas. Comienzas fotografiándolas, luego quieres saber su nombre y por último, si eres aprendiza de encantos, investigas sus propiedades y rituales.

Jesús, compañero moncaíno de caminos, se interesa por sus nombres cuando paseamos juntos y hay unas por las que siempre me pregunta cuando visitamos su "neverico".  Brillan en los prados, camino a la cumbre, "son ranúnculos, más conocidos como botones de oro" le digo. Su belleza es peligrosa ya que son plantas tóxicas, también al tacto, porque contienen anemonina. Por este motivo, hay que evitar que los niños las cojan pues su brillo dorado las hace muy atractivas para los pequeños, de hecho simbolizan infancia y alegría, siempre que no te las regale un adulto porque entonces la burla sería su intención.

Su sabor acre y la formación de ampollas en la boca hacen que los anímales las rechacen, cuentan que ni la abejas quieren libar en sus flores por más atractivo que sea su color y ese aspecto dorado que tanto nos gusta. Sus pétalos brillan gracias a las celulas reflectantes que existen bajo la superficie del petalo y que reflejan la luz iluminando las celulas superiores amarillas, consiguiendo que luzcan como botones de oro en los prados del Moncayo.

La alta toxicidad de la planta desaconseja su uso medicinal, aún cuando en la edad media se atribuía a sus raíces la propiedad de hacer fértiles a las ancianas. Así lo afirma, el botánico L'Ecluse en el siglo XVI:

"si de ella emplea una vieja, se hace apta para recibir el semen"

Por supuesto que no vamos a probarlo porque para envenenarse siempre hay tiempo y los efectos secundarios son graves.

No conozco todavía ninguna leyenda o anécdota moncaína sobre el botón de oro, pero los indios americanos cuentan que un águila arrebató los ojos a un coyote que jugaba con ellos lanzándolos al aire, de manera que quedó ciego hasta que lo sustituyó por dos de estas flores, por esa razón en las américas también se les conoce como "ojos de coyote".


Las de la imagen superior pudieran ser Ranúnculus auricomus, pero como experta en botánica no soy y hay más de 400 especies, lo dejamos en pudieran...

Los hay que no conocen los secretos de su tierra y consideran intrusos a los que quieren conocerlos. ¿Sabes qué? ¡Ellos se lo pierden! Tóxicos hay en todas las especies, pero la belleza siempre predomina, y así me lo demuestran cada día las buenas gentes del Moncayo. Continuaremos caminando.


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